las 12 sopas

Debíamos necesariamente evocar el periodo durante el cual nuestro universo familiar comenzó a crearse gracias a los continuos contactos establecidos entre las biocenosis y las culturas de América y del Viejo Mundo. Habríamos podido hacer etapa en torno a una sopa europea. Sin embargo, nos ha parecido que una creación original espolvoreada de un poco de imaginación podría invitar a pensar más sutilmente el nacimiento de nuestra economía-mundo planetaria.

Consideremos, pues, la presente sopa como el último recurso de un marino naufragado en algún lugar a lo largo de una de las rutas marítimas que unían la Nueva España con el Viejo Mundo a principios del siglo XVII. Su infortunio nos recuerda que el encuentro de estas dos regiones del planeta y la regularización de su puesta en relación no tuvieron nunca la frialdad de un fenómeno tectónico o estadístico; fueron aventuras humanas escritas con hambre, sed, sudor, sangre y lágrimas. Es imposible pensar en los marineros de los galeones sin pensar inmediatamente en todos los otros hombres y mujeres que fueron actores más o menos voluntarios, beneficiarios o, en demasiadas ocasiones, víctimas de las primeras etapas de esta conmoción planetaria.

Escuchemos a los ingredientes de esta sopa detallar su punto de vista sobre el encuentro de los dos mundos. El maíz (Zea mays) nos recuerda que América fue la cuna de notables civilizaciones agrícolas. Se trata de una creación humana, el producto de una selección de zeas que en tiempos muy remotos emprendieron comunidades instaladas en el corazón de lo que actualmente es Méjico.

Orgullosa de su probable origen del sudeste asiático, la nuez de coco subraya que Europa no fue la única parte del Viejo Mundo que aportó nuevos recursos alimentarios a América. Cultivado a partir del siglo XVI en las riberas tropicales del continente, el cocotero (Cocos nucifera) destacó rápidamente como una de las plantas más útiles para el género humano. Con el tiempo, la silueta del cocotero se hizo tan familiar en ciertas regiones de la América tropical que se hizo difícil admitir espontáneamente que dicha planta no había existido allí desde siempre.

Asociada con un sabor que se ha vuelto emblemático de la cocina de un Méjico adonde llegó en compañía de una cantidad enorme de otras finas hierbas antiguamente cultivadas en Europa occidental, el coriandro (Coriandrum sativum) muestra que algunos productos tuvieron destinos excepcionales del otro lado del mundo. La importancia que el pimiento (Capsicum annuum) adquirió en las culturas alimentarias de la llanura húngara o del País Vasco es muestra incontestable de un enraizamiento del mismo tipo. En dichos territorios europeos se consumen tradicionalmente pimientos dulces y otros algo más picantes. Más fuerte que muchas de nuestras pimientas más fuertes, el chile chipotle presente en esta sopa subraya la relatividad de estos grados de fuerza y nos recuerda que medio milenario de mestizaje culinario transatlántico y algunos decenios dominados por modos globalizados no nos han llevado a una uniformización de nuestras sensibilidades gustativas. Como nuestro marinero perdido en la mar, podemos, por lo tanto, mantener la esperanza.
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